Los barcelonautas practicantes usamos asiduamente el transporte público y no está mal en general. Me gusta especificar que yo no tengo coche, cosa que ya no es tan frecuente y puedo ser un copiloto aplicado (desde hacer bocadillos hasta masaje de cervicales si es necesario).
El metro es rápido, el autobús nos lleva paseando y viendo las obras y las nuevas tiendas… el tranvía une con celeridad partes de la ciudad y hasta el tranvía blau y el bus turístic forman parte del paisaje. Pero los taxis.. los taxis si que han evolucionado los últimos años.
Los que no llevamos nunca coche, callejeamos con nocturnidad unas veces, a veces con prisa, con niños y abuelos, se nos levanta la mano con más facilidad para parar un taxi. Otras veces simplemente por que vas cargado.
Seguro que en Barcelona ya podemos equipararnos a la flota más variopinta del planeta.
Coger un taxi, se ve casi siempre como un acto lujoso y en según que familias (esto se hereda, es casi humillante usarlos aunque estés echando los hígados por la boca). La realidad es que para trayectos cortos si vas 3 personas cuesta casi lo mismo que el bus…
Con las compañías nuevas y las aplicaciones de móviles como Hailo o Mytaxi, te vienen a recoger en medio de la nada sin cobrar extras, cosa que no sucede si lo pides por teléfono. Eso ya es un gran avance, las compañías de radio taxi durante años nos han maltratado al no querer recogernos en la calle y en según que zonas ni acercarse, aunque lo nieguen. No es posible ser cliente si no eres una empresa. Aunque lo uses cada día…
La variable humana, como siempre es la que pone el aliciente y la sal a la vida.
Los taxistas, que antaño debían ser gallegos en su mayoría y durante años nos ha quedado el mal hábito de hablarles en castellano, cosa que no toca. Actualmente son de todas las razas y variedades y lo del idioma es lo de menos.
La semana pasada, nos toco un catedrático de la ruta. Eramos 4: dos señoras y dos niñas (trayecto 5€ ) es decir más barato que el bus si lo dividimos entre 4. Nos tenemos que trasladar desde una calle por Gracia hasta plaza Molina. Nos pregunta por donde queremos ir. Nunca sabes si te están vacilando ya que la única solución era pasar por Diagonal y subir por algún sitio. Le ofrecimos subir por Via Augusta, Riera de Sant Miquel y Aribau. Nos dijo que él no decidía nada, que no era adivino y que no tenía un ordenador en la cabeza para saber que calles permitían girar desde Diagonal y cuales no. Que nos aclarásemos que él no estaba para esto. La verdad es que quedamos aliviadas de que el trayecto fuera corto.
La modalidad de que les has de llevar tu, es abrumantemente frecuente y no deja de sorprender que pides que te lleven a la calle Balmes y lo tengas que indicar. El GPS es de adorno.
Una noche saliendo de un restaurante zona Sancho de Ávila, pedimos 2 taxis por emisora. Uno conducido por un flamante indú, llega con el contador marcando 12€. La verdad es que de noche, en una zona poco transitada y sola, las ganas de reclamar son mínimas pero todo tiene un límite. Pregunté muy discretamente como era que marcaba tanto, a lo que contestó alegremente que cuando llamé estaba cenando un poco lejos. Le explique que esto no era así, que era una tarifa fija tanto si lo llamaba cerca como lejos y que si cenaba en Castelldefels era cosa suya. El susodicho, inasequible al desaliento hacía como que no me entendía -o no entendía-. Llamé a la emisora durante el largo trayecto hasta casa y ellos mismos le llamaron a él. No recuerdo exactamente si les contesto algo más que un monosílabo pero al llegar a casa, si marcaba 15€ me ofrece dejarlo por 12. ¡Solo me faltaba regatear!!! No pensaba tener que pactar el precio del taxi antes de usarlo, como en Marruecos por ejemplo. Le di 10€ y me fui. El ni pestañeó.
Otra modalidad son los integristas de las normas que no te permiten dejan ni una bolsa ni un paquete encima del asiento “porque es una causa de inseguridad y está prohibido” y acabas con un pastel dentro de una caja y el bolso encima de tus rodillas mientras has de pasar el billete por una ventanita de plástico minúscula que separa el pasaje del experto.
También querría una mención especial, para los taxistas que no caben en su taxi. Son pocos, pero todavía quedan taxistas que el taxi les ha ido quedando pequeño. Llevan su asiento pegado literalmente al asiento de detrás y ellos encajados, alguno casi parece envasado al vacio. Obviamente esa modalidad impide ponerse en el asiento de detrás del conductor, pero ellos no se han dado cuenta y pueden transcurrir sus días con un bocata encima de las rodillas con una toalla de mano como mantel. Toda una experiencia. Aquí es cuando nos damos cuenta de lo poco asertivos que podemos llegar a a ser, no bajando inmediatamente del taxi y buscando otro. Es la misma situación de cuando no nos gusta un libro y sin embargo lo acabamos. No hace falta.
Las experiencia en taxis seguro que estaréis de acuerdo que son interminables, tanto buenas como malas.
Tengo amigos y pacientes taxistas, y los hay que son unos auténticos profesionales a los cuales puedes confiar cualquier misión o confidencia, y sería muy interesante poder escuchar las anécdotas desde el otro lado ya que no dudo que siempre ha sido una profesión de riesgo en la que les ha tocado recoger vómitos y cosas peores muchas veces sin cobrar la carrera. Y un sinfín de situaciones más o menos cómicas o comprometidas.
Ahora con la competencia algunos han desarrollado tal cantidad de artilugios como revistas, folletos explicativos, pantalla táctic, etc… que cada vez son más parecidos al “mambo taxi” de la película de Almodovar Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Siempre es una aventura. ¿Qué habrá sido de Guillermo Montesinos?
En fin, el día a día nos depara multitud de situaciones que pueden ser cómicas si nos las miramos desde un paso más atrás.
¿Nos cuentas alguna anécdota de taxi?
Las espero en el blog.
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