Salud y calidad de vida

 

Nuevo post de nuestra colaboradora Tere Puig que nos hace sus reflexiones (que tanto nos gustan), muy apropiadas para empezar el año de la manera más interesante para cada uno.

Gracias Tere.

Hace unos días leía el libro “El trabajo de los ojos”, una novela autobiográfica de Mercedes Halfon que gira entorno al estrabismo. De sus páginas se extrae algo evidente: ser estrábico te hace vivir de una forma distinta a las personas que no lo son. Por tanto, tratar o no el estrabismo pasa a ser una cuestión vital, no solo una cuestión médica. Y, naturalmente, podríamos estar hablando de ser miope, o cojo, o tener dolor, o asma, por ejemplo.

Cuando pasamos de hablar de salud en términos médicos para abordarla en términos vitales sucede algo inesperado: la comprensión de nosotros mismos y de nuestra historia se amplía.

Y nuestras posibilidades de acción se multiplican. Podríamos decir que abordar una dolencia o enfermedad solo desde el punto de vista físico, o incluso emocional, reduce nuestras posibilidades de acceder a una calidad de vida que nos satisfaga.

Pongamos un ejemplo

Imaginemos que tenemos una úlcera estomacal. Si nuestro objetivo es la de curar la llaga, muy probablemente nos dirigiremos a un especialista del sistema digestivo. Sin embargo si miramos cómo afecta esta dolencia a nuestra calidad de vida podemos empezar a recorrer otros caminos.

Indagando los efectos de la enfermedad bajo este enfoque más amplio es probable que veamos que el dolor está afectando a nuestro humor y, por tanto, a nuestras relaciones. Quizá las restricciones en cuanto a la dieta nos generen angustia o desazón, puede incluso afectarnos a nuestra vida social o a las rutinas diarias y familiares. También puede ocurrir que la presencia continua de la incomodidad en la boca del estómago o la base de la garganta nos mantenga en un estado de preocupación constante. También habrá cansancio y debilidad. Quizá falta de concentración.

Tratar la enfermedad desde un punto de vista amplio

Frente a estas cuestiones que acompañan a la úlcera estomacal podemos tomar dos posiciones. Una racional y, por tanto, de acuerdo con nuestra cultura: centramos en el cuerpo físico para curar la llaga esperando que, como consecuencia, todas las cuestiones que ahora comentábamos se resuelvan. Otra que tiene en cuenta lo que nos parece racional y lo que no y que, como tal, puede ir contra las imposiciones culturales: podemos atender al mismo tiempo la úlcera y todo lo que la acompaña.

Nuestra satisfacción al comer, aun con las restricciones, puede mejorar con un mayor conocimiento sobre nutrición o técnicas de cocina.

La tranquilidad puede aumentar con tratamientos como la acupuntura, el yoga, los masajes, el deporte, el contacto con la naturaleza…

Poner una mayor conciencia y cuidado a nuestros vínculos personales o estilo de vida, con terapias o investigación personal, puede hacernos entrar en un círculo virtuoso: mayor bienestar social, mayor bienestar emocional, mayor bienestar físico.

Y podríamos seguir…

Desde el punto de vista la mente, es más sencillo atender el cuerpo por un lado, las emociones por otro y las estrategias de vida por otro. Pero este modelo no encaja con la realidad: nuestra úlcera afecta a nuestras emociones y fuerza nuestro estilo de vida; y viceversa.

La segunda opción requiere ir más allá de lo que muchas veces nuestra mente está dispuesta a comprender y gestionar.

Requiere mirarnos como algo más que músculos, huesos y vísceras. Nos pide que reconozcamos la interrelación entre nuestro físico, nuestra psique y nuestro estilo de vida; aunque no la entendamos. Nos pide que demos paso a la información que nuestro cuerpo, que nuestro sistema nervioso, nos facilita y que no necesariamente podemos leer de forma consciente.

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Responsabilizarse de la propia salud

Como vemos, hay muchas maneras de entender la salud. La OMS dice que «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Pero tampoco la enfermedad es un término que hayamos definido con precisión.

Habrá quien esté más de acuerdo con la definición que da la OMS y habrá quien lo esté menos. Sin duda, pensar sobre si esta definición es más o menos acertada es importante, influye en las políticas de salud. Y en mayor o menor grado, estas políticas terminan por afectarnos.

Sin embargo, lo cotidiano nos empuja y es imprescindible que revisemos nuestra propia definición de salud. La que nos hará tomar una u otra decisión en los momentos en los que sintamos que nuestra calidad de vida esté en juego. Es en base a esta definición que estableceremos los diálogos con los profesionales que nos acompañen y podremos, conjuntamente, imaginar distintos caminos a seguir y trazar estrategias.

 

Salud y calidad de vida

 

Tere Puig
www.lonniccc.com 
Yoga Orgánico Terapéutico (Programa 2020)