Me encanta salir y conocer lugares, restaurantes, bares y baruchos.
Los que me conocéis sabéis que igual valoro un bocata que un gran ágape y que estoy igual de contenta en una tasca de barrio que en un supermegahoteldeluxe, pero hoy afortunadamente me sigo sorprendiendo.
En una reciente visita a Roma y después de varios días comiendo más que bien a base de pasta y cosas sencillas riquísimas, se me ocurre pedir en el hotel que me reserven para cenar en un restaurante «con vistas». No pregunté nada más. Bien, pues el solícito romano de recepción, me reserva en un restaurante maravilloso con vistas al Coliseo. No se puede pedir más.
Me alegra ser capaz en la actualidad de viajar casi sin maleta cuando es para pocos días, lo cual hace que el vestuario de lujo sea inexistente, entre otras cosas por que no lo pienso usar.
Salimos hacia el restaurante, sin pensar en nada más que en la fantástica vista que nos esperaba, vestidos como turistas a -2 grados de temperatura.
Al buscar en Google maps la distancia del hotel, ya me puedo percatar de que el restaurante elegido tiene una estrella Michelin, cosa que lejos de animar, me pareció un poco disuasorio, pero… es la última noche, no será para tanto y Roma, bien vale una misa, ¿no?
Llegamos a paso ligero al deseado restaurante: cada vez se antoja más lujoso. Atento portero que tras interrogar si tenemos reserva nos acompaña al ascensor que nos transportará al último piso donde todavía nos faltará subir una pequeña escalera para alcanzar el estrellado restaurante con grandes cristales frente a un iluminado Coliseo.
Miradas : Glups…
Varios camareros nos atienden y se ofrecen a colgarnos los abrigos (léase anoraks, de marca, pero anoraks). Que si quiero sacarme algo más. Pues no, de momento hace un frío que pela. Al llegar a nuestra mesa, con una impresionante vista nocturna, decido sacarme el chaleco con bolsillos Northface (ideal para veladas de gala) y después también me saco el forro polar tambien Northface – son buenos y durarán muchos años, podríamos haber llevado los de Decatlhon mucho menos glamourosos-. Al sacar varias capas de centro excursionista me sentí menos mal ya que la última capa era bastante más apropiada para la situación aderezada con pendientes y maquillaje, si no me levantaba que se vieran las botas de gore-tex podía pasar sin destacar entre las tremendas romanas con vestidos escotados negros y con tacones. Mi acompañante llamaba menos la atención como suele suceder con la ropa de hombre.
Pasado este primer momento, que dada la profesionalidad de los camareros y los años que llevamos a las espaldas me pareció que pasaba inadvertido, llegó el momento cumbre: la carta.
Mientras nos dejaban elegir que hierba preferíamos para aderezar nuestro particular aceite de oliva en pequeños e individuales platillos nos dieron las cartas. Ante tal despliegue de medios lo primero que fui a mirar fueron los precios y cual fue mi estupor: NO HABIA NINGUN PRECIO EN LA CARTA.
Tardé unos segundos en reaccionar. ¿Dónde nos hemos metido, que nos dan una carta a ciegas.? ¿Esto es normal? ¿Será la estrella Michelin?
Pues no. No me había pasado en la vida, pero era MI carta la que no tenía precios por ser MUJER. La de mi acompañante, que por cierto era mi invitado esa noche tenía todos los precios en su carta sin ningún tipo de escrúpulo feminista.
Que sofoco, de verdad que me sentí extraña. Pues ya me puedes ir cantando, los precios de «antipasto» primeros, segundos y postres.
Después de la ridícula primera intención de compartir algo, cenamos relajados un antipasto y un primer plato sin remordimientos, todo de sabores realmente extraordinarios y regado con el vino más barato de la carta que era de 40€, lógicamente también muy bueno.
Cuando no vas mentalizado, siempre en un shock que te pasen estas cosas, y es que está claro que no podemos dar nada por supuesto, pero que den por hecho que las señoras no pagan, me parece extraordinario.
Más que una estrella Michelin del restaurante Aroma te has de sentir como una estrella de Cinecitta si vas por el mundo con cartas en blanco e ignorando la realidad. Orgullosa de ser mujer en un mundo de estrellas y estrellados.
Les dones encara tenim molt de terreny per conquerir fins a la igualtat. A mi també m’ha passat, pel fet de ser dona, no tenir el preus a la carta. Es pressuposa que es el cavaller qui ha de pagar el sopar i a la dona no li importa el pressupost. Com si fóssim tontes i nomes sabem menjar i no sabem pensar. Igualment un dia, també per ser dona, i l’acompanyant també no ens donaven la carta de vins perquè una dona recatada no beu vi!
El mon de la restauració es molt masclista! Això no vol dir que no hi hagin dones en aquest àmbit que estan a primera fila. Per exemple la Ruscalleda.
Per cert, quan vaig rebre la carta sense preus, vaig demanaar que me la canviessin!
Jo vull ser com tu, Francesca!! Jo només vaig tastar el ví….
Em sembla francament insòlit, denigrant,… en ple segle XXI. Per sort no m’ha passat mai. Segurament l’hauria liat
De fet es molt sobtant, però al ser rot tant hipermegaluxón tampoc ve de gust liarla. Vem riure força.
Jajajaja m,encanta el post he rigut molt …..Sobretot el glamour i la cartera plena!!!!!!!
Siii, amb la cartera plena pots anar com vulguis!!!
Una abraçada i molt contenta de fer-te riure.
Ay…ay…ay… yo me encontré en una situación oparecida en Ceuta, sólo que hay eran paritarios ninguna de las cartas tenía precio. Muy reveladora la historia, aunque como yo soy muy aficionada a la cocina echo en falta la descripción de los platos. Seguro que toda una experiencia un poco más positiva no?
Siii, los platos absolutamente deliciosos, como era de esperar.
Y como se resuelve si nadie tiene los precios en la carta, Leonor??
I que passa si van dues dones a sopar? Els hi regalen..?he he he
Bona pregunta Laura. Ho podem provar la propera vegada.ptns
Ostres, Marga. Em parteixo de riure amb les teves entrades al blog. No és el que et passa, (que no està gens malament) sino com ho expliqués. Us imagino al Miquel i a tu traient capes i capes de roba de muntanya fent cara de circumpstàncies, al cambrer penjant-la amb molta cura no fos cas s’arrugui i als altres comensals (molt eduacats, ells) aguantant-se el riure.
La veritat és que no crec ni que ens mirés ningú. Aixó amb l’ edat també deixa de preocupar-te.
M’ encanta que riguis.
Petons
Em sembla molt fort que a un país europeu encara passi això. I em sorprèn que no hi hagi queixes al respecte. Gràcies per compartir!