En una de las minicharlas que tengo el placer de organizar en mi consulta, he conocido a una persona que me sigue por el blog.

La verdad es que es la primera vez que alguien que no conozco me dice que le gustaban los post de la vida normal, los que no eran de medicina… los que eran frescos y divertidos. A mi también me gustan más este tipo de posts.

Llego a casa y durante la cena, lo comento con la familia y mi hija adolescente me suelta en tono de los que ya están de vuelta de todo: ¡ya te has ido p’ arriba, solo falta que ahora vayas de bloguera!

Pues ya está bien, hoy voy a reivindicar el gran esfuerzo que hacemos una cierta generación bisagra.

Me explico: ni siquiera he hecho BUP, no. Hice el último año de bachillerato, que aún es más antiguo y que te decían que no lo podías repetir por que cambiaba el plan de estudios y no existiría, que presión…

Prometí hacer el servicio social (solo lo prometí) y cosas de esta índole que todas nuestras tan bien educadas buenas hijas no saben ni lo que es. Vamos que usábamos la máquina de escribir y las copias con papel carbón y correcciones con typpex.

Después de todo esto, que se ve claramente de otro siglo, tirando casi a Atapuerca, aquí estamos, llevando empresas de más o menos envergadura, con trabajos de responsabilidad, con la transformación digital de las narices, toda la información en una nube que no sabemos dónde está y rebosando felicidad por todos los poros, que es lo que se lleva ahora. ¿Todo bien? Pues claro, todo bien. Si está mal, no querrás escucharlo.

Pues sí, niña. Soy bloguera y a lo mejor la semana que viene me meto a “influencer” que ya voy tarde.

Siento si te hago pasar vergüenza, pero también tengo un canal youtube, por si no lo sabías… intentaré que no lo sepan tus amigos. Así que también soy Youtuber…