La primera fotografia se atribuye a Niépce en 1826. Desde la antigüedad hemos sentido la necesidad de inmortalizar imágenes y episodios cotidianos como se desprende desde las pinturas rupestres de las cavernas a la cantidad de retratos de monarcas y gente con posibles en la antiguedad. El deseo de perdurar en el tiempo después de abandonar este mundo imagino que es uno de los motivos que ha llevado a la humanidad a perpetuarse en cuadros, lienzos y posteriormente en fotos.

En los orígenes de la fotografía ir a hacerse una foto era todo un acontecimiento que no estaba al alcance de todas las economías, era todo un evento acudir al fotógrafo.

De las fotos más exclusivas pasamos a la democratización fotográfica. Del blanco y negro al color. De las fotos de estudio a tener en casa cámaras fotográficas de forma habitual.

La afición a la fotografía, como a cualquier otra cosa, depende de cada familia y de lo que le gusta a cada uno a parte obviamente de las limitaciones puramente crematísticas. En mi caso el poco tiempo que disfruté de mi padre, que era un gran aficionado a la fotografía, me impregnó el gusto por ésta. Recuerdo mi primera Kodak Fiesta y como me enseñó a encuadrar con solo 6 años y a ver que los cubos de basura no han de salir en las fotos, que no se cortan las cabezas y a valorar detalles por el estilo que siempre me han sido de gran utilidad.

Acupuntura-Legorburu_Hacemos_un_selfie_3Fueron pasando los años y siempre recuerdo una máquina de fotos a mi lado. Con la que fui auténticamente feliz fue una Cannon AE1 durante los años de la carrera. Ahí tenía la sensación de hacer fotos de verdad, incluso revelábamos con unos amigos, era una gozada y era una cámara “importante” a la cual tenías que cuidar y mimar como a un recién nacido.

Nada comparable con la emoción de ir a recoger las fotos a la tienda, siempre antes de tiempo, para ver como habían quedado y mirarlas incluso antes de abandonar el local devorando los carretes después de una semana de espera.

Aparecen las primeras cámaras digitales y da un vuelco sin retorno a la situación.

Vemos al momento las fotos y las podemos borrar si no son totalmente de nuestro agrado, cosa frecuente. Al principio imagino que mucha gente como yo, pasaban a papel la mayoría, después únicamente las mejores y llega un momento que casi no se pasa nada a papel, ni nadie o muy pocos saben donde tiene las fotos. Perdidas por los ordenadores para disgusto de las sufridas abuelas que no pueden mirarlas a su gusto ni enseñarlas a las amigas que a su vez tampoco tienen fotos.

Paso de cámaras grandes a otras pequeñas, pero encuentro a faltar el visor. No me gusta mirar la pantallita.

Acupuntura-Legorburu_Hacemos_un_selfie_2Para acabar de dificultar mi mermante afición por la fotografía, aparecen los móviles de gama alta, que hacen unas fotos magníficas, aunque al ampliarlas tampoco dan la calidad requerida.

En resumen, que hoy en día entre el móvil con aplicaciones, el Instagram que te permite hacer virguerías, ya no se con que hacer las  fotos.

Por otro lado me sigue fascinando el arte de la fotografía, para uso personal, para compartir para ilustrar textos, etc…

He vuelto a comprar una Cannon pero pequeñita, para llevarla en el bolsillo, y es un gustazo.

Sigo sin haber sacado del ordenador las fotos del viaje desde hace dos veranos…. y me produce una sensación de desagradable desorden. Sigo procastinando el hacerlo, por que por mucho que me recomienden hacer  álbumes-libro, me da mareo solo de pensarlo…. además también acaban de cerrar el Fotoprix de cerca de casa.

Volvemos a la aceptación. No hay vuelta atrás. Colgaremos todas las fotos en una nube y que sea lo que Dios  quiera, pero después de ver al maestro Leopoldo Pomés en “el convidat”, me reitero: estamos fatal haciéndonos fotos de pies en la playa y de cada gintónic que tomamos.

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