¿Cuantos artículos y charlas han tenido lugar sobre la conciliación laboral de las mujeres? Y seguirán. Hoy me gustaría añadir otro pequeño “plus” a la ecuación.
¿Cuántas de vosotras os podéis permitir estar desanimadas o de mal humor en casa unos cuantos días seguidos? Es una cualidad intangible obviamente, pero una presión más que la mayoría de las madres y esposas suelen explicar.
Me explico y ojalá que me argumenten lo contrario. A menos que sea una enferma depresiva (que las hay, y dejan la huella que dejan en los hijos), la mayoría solemos tener días buenos, malos y regulares como cualquiera.
Es frecuente escuchar en la consulta o las amigas, con trabajos de responsabilidad, que, si llegan a casa y no están estupendas, de ánimo, y animando al equipo doméstico, todo va mal.
La realidad es que, si el padre llega a casa cansado del trabajo y de mal humor, la madre podría hacer lo mismo. Los hijos también pueden llegar cansados y agobiados de la escuela y se va sumando el estrés doméstico.
Curiosamente las mujeres parecemos tener un resorte, aprendido durante generaciones, para neutralizar el caos doméstico. Se sacan fuerzas de donde parecía que no quedaban, buena cara y a tratar de animar/cuidar a la familia. Recuerdo a mi abuela, que nunca sabía nadie que pensaba, pero hacía magia para que todos estuvieran contentos y todo en su momento y su lugar. Eso sí, nunca había trabajado fuera de casa y me parece un detalle importante.
Mi duda es: ¿Qué coste tiene para nosotras? ¿Se paga un peaje por ser la “chispa de la casa”? ¿Somos conscientes de hacer esto? ¿Qué pasaría si no se hace? Me encantaría saber vuestra opinión y recuerda cuidarte, que nadie lo va a hacer por ti.
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