El tema de protección de datos, no parece cosa de tomar a la ligera, por lo cual la escena que presencié ayer en el bus, todavía me tiene impresionada.
Nos hemos acostumbrado a que prácticamente nadie viaja en transporte público sin usar su flamante teléfono móvil para cualquiera de la infinidad de posibilidades que nos ofrece, pero hemos llegado a unos extremos de falta de pudor que para algunos merecerían multas, como por orinar en la calle, ya que escandalizan casi de igual manera.
Me explico:
Subo al autobús número 64, en la parada de Muntaner/ Via Augusta. Es una línea muy frecuentada por usuarios de tipologías variadas, entre ellos yo.
Me instalo en el penúltimo asiento contra la ventana, y justo detrás de mi se sentaba una señora, nacida en el año 1962, autónoma, monoparental y familia numerosa, que estaba cambiando de compañía de seguro médico en vivo y en directo.
La llamaremos Maribel DZ, y no os diré el DNI, por decoro personal, pues lo repitió varias veces, asi como el domicilio.
Nuestra amiga Maribel, con un tono de voz claro y diáfano nos regaló a todo el pasaje, cada vez más atento, una explicación exhaustiva de todas sus intervenciones quirúrgicas, que no es que nos importe poco saber si le han sacado quistes en los ovarios (que fueron varios y todos benignos) y nos tranquilizamos mucho al saber que hace ya 4 años que no fuma y que va al gimnasio con la hija mayor 4 días a la semana. A la pequeña no le gusta.
Los antecedes familiares no revestían mucho interés, y suerte que la señora de la mútua no le pregunto por los hábitos intestinales de ella ni de las dos preciosas adolescentes del equipo. Si tenía dudas le preguntaba a la menor, que se sentaba a su lado: ¿Qué pesa la Noelia? Ah, vale!!!
Lo que más intranquilos nos dejó es que la relajada muchacha que viajaba con ella necesitaba un ingreso psiquiátrico al día siguiente y por eso buscaban una mútua sin periodo de carencia, pero como no les pasaban la cuota hasta el 1 de abril no la podían ingresar en ningún centro psiquiátrico tal y como requería su médico.
La criatura se veía serena, impasible mirando sus uñas multicolores. El pasaje a punto de llorar y de montar guardias para llevárnosla a casa unos días cada uno hasta que pudiesen satisfacer la cuota.
En fín lo único que no llegamos a saber es que entidad era la afortunada de fichar a las tres estupendas damiselas, ya que la cuota mensual de las 3 creo recordar que era de 130€. Un chollo! Y no pensaban dejar el gimnasio. A lo mejor en vez del ingreso urgente en psiquiatria prefería una clase de pilates…
Esto duró hasta la calle Floridablanca, es decir una eternidad.
Al decidir observar la situación como un fenómeno sociológico en vez de como una falta de educación y de vergüenza en general, me tuvo entretenida durante más de 20 largos minutos.
Cada vez que le doy a un paciente a firmar la flamante hoja de protección de datos que me preparó mi amiga NC con todo esmero y pulcritud, se me escapa la risa, recordando a Maribel DZ y sus ovarios.
Por mi que no quede, que nos protejan los datos y todo lo que haga falta!!!

 

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