Después de semanas caminando mucho menos de lo que sería habitual en mi y muy lejos de lo recomendable, me he echado a la calle con mi rodillera de Robocop y en transporte público.
Lejos de quejarme de mi poco grave y transitoria situación, quiero hacer un homenaje personal a los discapacitados de verdad, a los que no van a mejorar, a los que seguramente van a ir a peor, a los que tienen niños que cuando crezcan lo único que cambiará es que batallarán duramente con un coche mucho más grande ya que sus niños no van a mejorar. A los que tienen secuelas de ictus, a los que se sienten débiles a causa de tratamientos devastadores… en fin, a todos los que no van gráciles y airosos por la calle que son muchísimos más de los que parece.

 

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Como podemos llegar a sentirnos

 

Es una experiencia vital, que como en alguna película del Dr. House en la cual hemos visto que ingresaba en el hospital a sus alumnos, valdría la pena probar como se vive con alguna limitación importante.
En la parada del autobús empieza el estrés. Los ciudadanos mientras esperan el autobús que necesitan, van evaluando con ansiedad en la mirada la cantidad de “problemáticos” que hay en la parada. Ancianos sin más, ancianos con bastón, lesionados de todas las edades, gente con faz macilenta que lleva en la mano una bolsa de un centro de diagnóstico por la imagen y un largo etc… Si el autobús pasa cerca de hospitales y centro sanitarios el triste panorama empeora de manera alarmante.
Al entrar en el autobús la silenciosa lucha por los asientos reservados empieza. Suelen ir ocupados por un japones comiendo chicle o cualquier otro que hace como que no se entera. Tampoco es fácil decidir quién es el más perjudicado para quedarse con el codiciado asiento.
¿Está más hecho polvo uno u otro? Evidentemente el resto del pasaje, cada vez que hay una nueva parada en la cual pueden subir varios “perjudicados” aprovecha masivamente para mirar por la ventana o enviar watsaps. La vida es dura y no estoy para levantarme…
Tampoco es fácil según el asiento que consigas ya que aún que sea de los reservados si no puedes doblar la rodilla con la prótesis, en los de primera fila no entras… más negociaciones con otros “handicapados”. Y tu con alegría por que sabes que durará poco.
En Barcelona no nos podemos quejar, comparado con otros lugares de España sin ir más lejos, pero sigue siendo curioso la cantidad de locales que no cumplen la normativa: ¿Dónde está el servicio? Respuesta: subiendo la escalera o bajando la escarera…. buffff.
Y como vas observando ves cosas curiosas, por ejemplo hoy en el centro comercial Las Arenas, los minusválidos no han de subir ni bajar escaleras (bravo) pero no se pueden secar las manos. Lavárselas si.
Algunos otros sitios están preparados pero parece que no se han dado cuenta: en el cine Cinesa Diagonal, tienen un magnífico ascensor para bajar a las salas infereriores, pero no puedes utilizarlo sin que te acompañe personal de la casa. Sales de una sesión de tarde un día normal, y no hay nadie a la vista. El de las palomitas te dice que te ha de avisar al que está arriba de la escalera cortando las entradas y que lo has de llamar a gritos. ¿¿¿ A gritos ???? Hasta aquí podíamos llegar, si quiere subo las escaleras a la pata coja para gritar que me vengan a buscar. Al final después de acaparar mi mirada asesina durante varios minutos el empleado responsable de las palomitas se acerca a la escalera y le grita al de las entradas que pare y que me rescate. Las niñas evidentemente llevaban 15 minutos arriba sin enterarse de nada.
Está bien, si te esfuerzas se puede conseguir, pero te has de esforzar mucho y tener unas dosis de paciencia dignas del Santo Job.
Todo esto tiene mala solución ya que como siempre estamos hablando de minorías.
Desde aquí mi más profunda admiración por los que luchan cada día con las barreras arquitectónicas y la poca empatía ciudadana.
Eso si, para los transportes públicos tengo una propuesta:
Como tenemos lamentable paro también en enfermería, estaría muy bien poner una licenciada/do en cada bus, para poder decidir al entrar cual es el grado de la gravedad y urgencia que tiene cada usuario y así evitar suspicacias entre el pasaje y viajar todos alegremente en nuestro querido transporte público.
PD: También quiero hacer una mención especial a los que aparcan en las plazas de minusválidos sin tener ninguna dificultad. “Hay pocos minusválidos,  no pasa nada”. Un consejo para estos: ” Jesusito, Jesusito, que me quede como estoy”.

Por favor, si tenéis algún comentario dejarlo el en blog. Gracias.

 

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Como nos gustaría sentirnos