Cruzar los semáforos en verde es una de las normas que aprendemos desde nuestra infancia. Así mismo con el tiempo vamos incorporando el mensaje de que no es tan importante, de que si no hay peligro podemos atravesar en rojo o ambar, o si la calle es pequeña o si tenemos prisa.
La paciencia nunca nunca ha sido mi fuerte, no nos vamos a engañar pero estamos en plena epidemia de no tener ni un ápice de espera.
Estamos en el tiempo de la inmediatez y eso nos lleva a entrar en una tienda y si hay 3 personas a la vista rápidamente decir: ya pasaré en otro momento. Ese momento puede existir o no. Una cola en el supermercado se puede convertir en una muerte lenta. Nuestro exiguo tiempo de espera se está reduciendo a segundos.
Se aprovecha cualquier momento para escribir whatsapps incluso caminando por la calle y cruzando pasos de peatones.
No es infrecuente chocar de cara con algún peatón absorto en sus conversaciones en las redes, que sin levantar la cabeza del teclado colisiona contra ti. Me divierte no esquivarlos para ver las caras sorprendidas al tropezar directamente con otra persona mientras algunos -no todos- mascullan algo entre dientes a modo de disculpa y siguen su camino de cara a su teclado.
Cada vez que esto ocurre me prometo a mi misma y de momento lo cumplo no escribir mensajes a menos que esté sentada o en casos muy urgentes recostada contra una superficie resistente.
Otro factor a tener en cuenta en los cruces que nos ocupan, son las bicicletas y su discutido carril. Aunque no alcanzaremos jamás el nivel por ejemplo de Amsterdam donde te juegas la vida continuamente, las cada vez más populares bicicletas no siempre aparecen en el mismo sentido que los coches. Por esto al dar el ansioso primer paso bajando peligrosamente de la acera para empezar a cruzar y vigilando impacientemente los coches que suben a nuestra derecha, las bicicletas pueden aparecer bajando por la misma calle a nuestra izquierda.
Y es que tenemos mucha prisa.
En estos momentos también me hago propósito de no cruzar en rojo nunca más.
Esto ya es más difícil… incluso a veces me veo observada con semblante de preocupación. ¿Habéis probado a esperar a que el semáforo se ponga totalmente verde en una calle estrecha y cuando no pasan coches? Es toda una experiencia que no hemos de reservar solo a los momentos en que hay en la acera de delante un niño pequeño. Al menos yo, si veo un niño al que le van explicando los colores del semáforo tiendo a cumplir aunque sea para no tener que escuchar: “Mira que pena esta señora que no ha tenido la suerte de que nadie le explique que los semáforos se cruzan en verde”.
En fin, tenemos una gran ocasión de practicar la atención plena cada vez que tengamos que cruzar una calle. Ya me explicaréis si sois de los del whats o como los ancianos y cojos que cruzan alegremente en cualquier momento y situación haciendo señas a los coches para que se detengan o tenéis diploma de peatón de primera.
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