No recuerdo con exactitud desde cuando tengo la singular afición de ir a pensar a bares y cafeterías. Hace mucho tiempo, eso seguro.
Territorio neutral sin nada más que hacer que lo que tengo delante, lugares en los que he organizado y reorganizado agendas, viajes, papeleos legales, he escrito artículos y un sinfín de cosas más. Un lugar anónimo en la mayoría de los casos (se trata de no ir siempre al mismo) donde puedes leer, escribir y observar.
Esta última actividad que es la de observar, se ha ido acrecentando sin haber sido especialmente consciente de ello. Si no miro el reloj pueden pasar horas observando a la gente ensimismada mientras ordeno mis paseados papeles.
Experta en bares siempre de horario diurno o como mucho hasta primera hora de la tarde, después ya no circulo. Bares de todo tipo en calles pequeñas, en grandes avenidas, en terrazas de hoteles, en espléndidos jardines, bares de hospitales y clínicas, incluso bares de algún tanatorio (si el guión lo exige), bares de centros comerciales, bares de barrio, cafeterías de diseño, teterías de lo más “cool”, en los extraordinarios bares de los museos, de los teatros, en algún escondido bar en librerías, chiringuitos de la playa…. está lleno de bares el mundo… en los balnearios, en los aeropuertos, en las estaciones de tren…
En todos hay gente, que es lo que me fascina observar mientras hago mis tareas.
Mientras leo o escribo voy observando la gente que pasa, los que se sientan cerca, los que discuten, los que no saben que decirse, los que no callan, los que uno parlotea incesantemente y el otro mientras asiente resignado se va sin hablar.
Niños mal educados (o mal aprendidos), niños modositos formando parte del mobiliario cosidos a la silla. Ciudadanos de todas las etnias y nacionalidades. Parejas de toda la vida, parejas que se acaban de conocer, parejas de hombres, parejas de mujeres, parejas de amantes, otros que se ve nítidamente que es la primera cita. No acaba nunca el desfile de seres humanos VIVIENDO. Y yo sigo allí con mis papeles o el Ipad entregada parcialmente a mi tarea principal. Veo pequeños grupos de los que me encanta adivinar su profesión: estoy segura que estas son maestras, estas otras son enfermeras y así hasta inspectores de hacienda, notarios o monjas de paisano, bailarinas y técnicos de luces. Lo paso de lujo con la impunidad del juego clandestino del que nunca sabré el resultado.
Sigo con mi labor en un subir y bajar de cabeza incesante pero productivo.
Los humanos parecen diferentes si estás en una zona u otra de la ciudad, desde lo más ostentoso a lo más sencillo, pero a pesar de lenguajes y puestas en escena tan distintos, las conversaciones son curiosamente parecidas.
Unos se sortean quien paga el alquiler por horas de la barbacoa con las “churris” el domingo y otras en que barco salen el sábado, pero la dinámica es la misma.
Gente que se entrega hasta la médula y otros que al dar los obligados besos no rozan ni la mejilla. Las escenas se repiten cambiando de actores, de decorado y de estilo.
Los hombres y las mujeres cómo no podía ser de otra manera también se relacionan diferente en los bares. Me produce admiración cuando veo grupos, y se ven muchos, de señoras mayores haciendo el aperitivo, desayunando o merendando. Los hombres abundan por las barras, se dan palmaditas en los hombros y poca conversación de temas personales. Eso sí, algunos cuando es su cumpleaños invitan a todos los conocidos a una copa, cosa que hace que los invitados salgan a felicitar al susodicho a la terraza o a donde se encuentre y acto seguido sigan con lo suyo. El cumpleañero se siente muy ufano de invitar a semi-desconocidos. En el caso de las amigas, el fenómeno es a la inversa, siempre hay una voluntaria que ha recogido pacientemente 5€ por persona y le ha ido a comprar un libro, por ejemplo. Se explican todo tipo de intimidades.
Madres e hijas, enfermos y cuidadores, todos pasan por delante de mi vista desde un bar y si es en una terraza mejor, el panorama es más amplio.
Estemos donde estemos la evidencia es una: YO SOY IGUAL QUE TU Y TU ERES IGUAL QUE YO.
Potenciamos nuestras diferencias que son de singular importancia y nos enriquecemos con ellas, pero si rascamos un poco…
Todos deseamos afecto, lo buscamos de la mejor manera que sabemos, y cada uno a su manera intenta vivir lo mejor posible. Todos tenemos miedos y también los disimulamos o los afrontamos como mejor sabemos.
Tómate algo en un bar y observa…. acompañado de un café, o una copa de vino. Deja pasar el tiempo deslizándose ante ti, y disfruta el regalo de vivir donde vives.
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