El tema que va a abordar hoy nuestra colaboradora habitual Marga Pérez Herms, es la perdida de los padres.

Gracias Marga por acercarnos a este tema tan complicado.

 

Los padres son nuestros principales referentes en la vida. La relación con ellos determina en gran medida nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos. A pesar de no tener plena conciencia.

De pequeños necesitamos la aprobación de los padres en la mayoría de nuestros actos para sentirnos tranquilos. Ellos son el rasero con el que medimos.

Vamos creciendo y desarrollando nuestros criterios, reformulamos nuestra escalera de valores.

Podemos o no coincidir con los padres, ellos ya no son el baremo, a pesar de seguir siendo trascendentes.

En la edad adulta ya no nos miramos a los padres sólo como padres. Ya somos capaces de verlos como personas con su propia historia, sus capacidades y sus limitaciones.

 

Hacer frente a la muerte de los padres

Enfrentarnos a la muerte de los padres siempre es difícil y complejo, son aquellos que, dentro de lo posible, nos han dado amor incondicional, aunque no esté libre de conflictos.

Cuando nuestros padres, debido a sus limitaciones emocionales y/o vitales, no pueden mostrarnos su amor, cuando el conflicto o los reproches son el estilo de relación con ellos, sentimos que la vida nos ha negado la experiencia vital de un amor profundo que nos predispondría a hacer extensivo este sentimiento al resto de personas.

Esto nos hace la vida difícil, nos dificulta sentir la paz interior que conforta. Y no facilita tampoco el luto en el momento de su muerte. Convivir con los sentimientos hostiles de manera permanente genera cierta inquietud latente, tristeza y también rabia.

Aceptar que esto es así, que no depende sólo de nosotros y por lo tanto por mucho que busquemos recursos, estos chocan con las posibilidades del otro, nos coloca en la realidad que no todo es posible a pesar de nuestras necesidades.

 

Cuando uno de los padres se queda solo

Afrontar la muerte del padre o de la madre, cuando el otro sigue en vida, a menudo nos hace percibir con más claridad cual era la relación entre ellos. Aquellos aspectos que forman parte de su intimidad.

Conviven dos procesos diferentes: para el que queda, se trata de hacer frente a la pérdida del compañero, para nosotros la pérdida de un referente. Se requiere un gran esfuerzo de empatía para ser buenos compañeros de luto.

Culturalmente la muerte la tenemos presente como hecho indisoluble de la vida pero a menudo nos despierta un cierto rechazo, la queremos lejos.

Las circunstancias en las cuales se puede dar su muerte son muy variadas, por edad, por enfermedad, repentinamente, por accidente, y un largo etc. Cada una de ellas nos dejará en una posición diferente a la hora de abordar los sentimientos y pensamientos que irán emergiendo y quizás desbordando.

A veces podemos anticipar esta muerte, esto nos permite prever un poco como nos sentiremos, cuáles serán las cosas que nos lo harán más difícil, acercarnos al desenlace despacio, podemos ir imaginando nuestra vida sin ellos. Si bien este hecho nos coloca en el dolor de ir viviendo la muerte lentamente, también nos da la oportunidad de resolver temas pendientes para despedirnos en paz.

 

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Etapas del duelo

Como cualquier luto, pasaremos por diferentes etapas, está descrito en numerosos artículos, pero el tiempo que cada cual necesitará para sentirse de nuevo confortado y capaz de recordarlos sin sentir un dolor intenso, es incierto, dependerá de nuestro momento vital, de cómo está nuestra relación con ellos y de cómo aceptamos la muerte.

Aceptar la muerte, sin entrar en creencias religiosas, representa una postura no beligerante contra este hecho. Cuando nos quedamos atrapados al pensar «es injusto», «no se lo merecía», «se hubiera podido morir tal o cual persona», entramos en un bucle que no nos ayuda a acompañarnos en todo el proceso. Sentirnos enfadados tiene sentido, pero es relevante vencer este sentimiento.

 

Al principio cuesta hacerse a la idea

Inicialmente la idea de «nunca más» los volveré a ver, abrazar, charlar con ellos…duele. Parece que el cuerpo no nos acompaña, no podemos hacer nada, y son tantas las cosas que tenemos que hacer (recoger objetos, asear papeles, gestionar trámites …). El vacío, la tristeza, el dolor, son muy presentes, de manera casi automática van apareciendo recuerdos de lo que hemos vivido con ellos, de las historias que nos ha explicado. Y mientras vamos poniendo en orden las cosas también vamos poniendo en orden nuestros sentimientos y recuerdos. Tenemos ganas de hablar de ellos, de quién eran, de cómo eran y habitualmente nuestro entorno nos acompaña. Podemos compartir nuestro amor por ellos con los otros y cuando los otros también nos pueden reportar buenos sentimientos hacia ellos vamos sintiendo un confort que facilita el luto.

 

El entierro como un punto de inflexión

El entierro es un punto de inflexión, y comporta un esfuerzo titánico. Decidir como y donde se hace, comunicarlo a todas las personas que se quieren despedir y acompañarte en este trance. Explicar cómo ha sido, repetir los momentos finales, si ha sufrido o no, puede tener su parte dura, pero también tiene su parte positiva, va llegando la despedida definitiva rodeada de la familia, de los amigos, de personas que te acompañan y te dan fuerza. Cuando nos unimos alrededor de un acontecimiento, se genera una sinergia que da fuerza.

Pero la muerte no siempre llega cuando nuestra relación con ellos está en paz, a veces tenemos cosas por resolver, cosas que no nos hemos dicho, cosas que no hemos hecho, aspectos difíciles que no facilitarán el luto.

A veces , la muerte representa un descanso, bien sea para acabar con el sufrimiento de ellos o para terminar con el sufrimiento que conlleva la relación. La culpa y la ira pueden aparecer, estos aspectos son más difíciles de resolver, nos sentimos contra las cuerdas, tendremos que poner en marcha una labor emocional hasta que internamente podamos resolver los temas pendientes, deberemos cuidarnos y ser benevolentes con nosotros mismos, confiando que el amor que también hemos sentido entre los dos nos permita perdonarnos.

El sentimiento de orfandad aparece, ya no están contigo, nadie ocupará su lugar. A partir de ahora seguirás la vida sin ellos, quizás sentirás miedo, es una nueva situación y las incertidumbres son muchas.

 

Conforme avanza el duelo

En la medida que avanza el luto se va produciendo la metamorfosis, se inicia una nueva relación con ellos, los padres nos acompañarán toda la vida, pero de otro modo, nos acompañan con todo lo que nos han dado, en todo lo que nos han enseñado. Nos reencontramos con ellos en un nuevo espacio mental, ellos forman parte de nuestro ser y de nuestra esencia, seguirán vivos en nosotros, podemos contar con ellos, sabemos qué nos dirían, que harían… El miedo del cual hablaba con el sentimiento de orfandad se va apaciguando, sigues tu camino con ellos.

Los colores, los olores, los paisajes, los objetos, las sonrisas, harán que sientas su íntima presencia, sabrás que ellos están contigo por siempre más.

 

Acupuntura_Legorburu_Marga_MargaMarga Pérez Herms

Psicóloga clínica y Psicoterapeuta
Directora de ABAC PSICOLOGÍA, consulta privada inaugurada en 1984.
Trabajo dirigido a: niños, adolescentes jóvenes, adultos, parejas, ancianos y grupos.
Experiencia en el ámbito escolar con docentes, alumnos y familias.
Experiencia en seminarios, charlas y supervisión de otros profesionales.

www.abacpsicologia.com