No quiero ser “Low Cost”

Nuestros descendientes parecen condenados y resignados a llevar una vida precaria y a convivir con la incertidumbre.

Los no tan jóvenes, todavía con unos cuantos años de vida laboral por delante, no tenemos tan claro lo de tener una “vida low cost”.

Somos una generación bisagra entre esforzados padres de post guerra y unos hijos que ya no se atreven a aspirar a gran cosa. Hemos trabajado duro, nos hemos esforzado y lo hemos hecho bien. Hemos estudiado, trabajado y hemos podido tener profesiones que nuestros padres han podido estar estar orgullosos al ver a unos hijos con más posibilidades que ellos, aunque obviamente no sea la finalidad. Ahora somos padres preocupados.

Después de compartir café con unas amigas de edades similares y profesiones muy diferentes, me queda rondando por la cabeza la preocupación por el low cost generalizado.

Las que están dando clases, se lamentan de que les ofrezcan la mitad de dinero por las mismas clases y firmando cláusulas para que pirateen por la patilla el power point. Las innumerables horas de trabajo para preparar cualquier clase, eso no se paga nunca, pero tiene un límite. Abogados desesperados al ver como revienta precios la competencia sin poder ofrecer un servicio mínimamente digno.

Resulta cómodo que todo se pueda consumir muy barato y a veces gratis, sin pensar que sin lugar a dudas alguien está perdiendo dinero, calidad sin duda alguna, y en muchos casos de supervivencia hasta la dignidad profesional.

La semana pasada contactó con mi consulta la “multinacional X” que preguntaba si nos podía enviar pacientes para tratar varices. Obviamente mi secretaria, que vela con muy buen criterio por la salud de la empresa, consideró debía atender la llamada.

Después de explicarle con toda claridad que nunca he tenido lasser para varices por mucho que insistan desde Madrid, como era una buena comercial le dió la vuelta para adaptar la oferta a mi especialidad.

A los pocos minutos me dí cuenta de lo que me estaba hablando: ofertas insólitas de las que vemos habitualmente en varios portales, de comidas a 2×1, peluquerías casi gratis, etc, etc. Al cabo de nada ya me ofrecía 6 sesiones con diagnóstico y tratamiento a un precio tan increible que calculadora en mano constaté como a 9€ la visita.

Le agradecí la oferta y le aseguré que no estoy interesada en promocionarme junto a las paellas en la Barceloneta ni los paseos en kayak. Me consta que muchos profesionales se están viendo obligados a hacerlo.

Algo estamos haciendo rematadamente mal.

Todos los que tienen un negocio con empleados, aunque sea solo uno, saben lo que cuesta subir la persiana cada día. Sin tener en cuenta los años de experiéncia y los que has gastado en estudiar (importe a parte). Indignante que se esté trabajando por estos precios. No vamos a entrar en el tema de mutuas médicas, por que al final, seguramente solo difiere la forma de presentarse a la de Atrápalo, Groupón, etc y no lo que se abona a los profesionales por sus servicio. Siempre en detrimento de la salud del paciente. Podemos trabajar gratis si nos da la gana. A esos precios no.

Nos gusta viajar barato, pero hemos de hacer la reflexión de que si hemos pagado 30€ o menos para que nos lleven a cualquier destino, es muy probable, que el avión no esté limpio, que te cruces con los viajeros que salen mientras tu entras, que no tengas “finger”… y es que seguimos queriéndolo todo barato e inmediato e igual de bueno que los que pagan más del doble, por que somos unos cracks encontrando ofertas.

Visto esto, no cuesta comprender que entre las generaciones que nos siguen se imponga el retorno al trueque, a los espacios compartidos y a modos de vida sostenibles y más realistas donde todos seamos responsables pero con la tranquilidad de que otro tipo de vida es posible y a demás es bueno. Quizás la reflexión no sea sobre el low- cost si no entre la diferencia entre el precio y el valor de nuestra vida, nuestra salud y nuestra tranquilidad.

Ha llegado el momento de dar la vuelta en redondo. Seguro que es posible pero no será fácil.