Dejando a un lado aunque sea por un día, las pequeñas miserias cotidianas que suelo caricaturizar, deberíamos también estar muy alertas a las otras cosas que son las cosas buenas y que también las podemos encontrar muchas veces, incluso alguna cosita buena cada día. La diferencia; como las malas nos fastidian las explicamos más. O simplemente las buenas no venden tanto o generan envidia y no se lleva explicarlas.

Hoy voy a hacer lo contrario:

Hace aproximadamente un año y después de enterarme por correo electrónico de la trágica muerte de una compañera del colegio. Sentí la urgencia de reunirme con las amigas de aquellas épocas ya bastante lejanas.

Como la noticia impactaba, en menos de 2 horas tuvimos la reunión organizada.

El encuentro fue emotivo ya que en algunos casos habían transcurrido casi 40 años desde la última vez. «Decíamos ayer» y como si nada, después de una ronda en riguroso orden todas fuimos exponiendo nuestra situación personal y laboral para ponernos al día del cómo y qué hacemos en la vida.

Amontonándonos por preguntar por padres, hermanos y otras mil cosas que teníamos en el disco duro. Inevitables recuerdos al colegio y los profesores y un montón de anécdotas, por parte de unas más que de otras (que no nos acordamos de nada).

El subidón después de la cena fue imponente. ¿Podía ser recobrar amigas de la infancia pasados los 50? Imagino que pasó por la cabeza de todas que si nuestro único tema de conversación era el colegio, serían unos encuentros de corta trayectoria.

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Después de crear un grupo de whatsapp (que todas utilizamos menos una licenciada en exactas que no quiere tener ni teléfono móvil), empezaron a surgir más encuentros, y poco a poco empieza a hacerse intangible el tiempo en que nos hemos perdido de vista. Fue una época demasiado importante para no dejar huella.

A estas alturas de cenas y salidas, hemos podido hablar mucho y comprobar que tenemos muchas percepciones de la vida y la realidad compartidas, fruto de una época y de una educación concreta.

Fuimos la última promoción de bachillerato, pero todavía llegamos a jurar el Servicio Social, aunque la mayoría no lo hicimos. Eramos unas niñas cuando mataron a Puig Antich y nos lo explicó la profesora de gimnasia y como decía Raimon «venim d’ un temps, venim d’ un pais« (venimos de un tiempo y un país).

Totalmente de acuerdo en los profesores que más nos influyeron y el porqué, tan sorprendidas por el resultado de nuestra encuesta que decidimos buscarlos y decírselo.

No ha sido fácil. En el colegio, que ha cambiado de nombre (antiguo Colegio Nelly reconocido superior) nadie nos pudo dar pistas, y nos faltaban los segundos apellidos para poder localizarlos…

Como somos de una generación que todavía se lo tuvo que ganar todo, no nos rendimos y una de las amigas, dio con el más joven de los profesores buscados, que afortunadamente todavía se reúne con los otros dos.

Después de días y días de negociaciones conseguimos invitarlos a cenar con nosotras.

Emotivo es un adjetivo que queda pequeño. El más querido por nosotras, con setenta y muchos años, castigado por el Parkinson y con dificultad para desplazarse, con los otros dos a sus lados presidieron la imponente mesa. Y para sorpresa de todas y cada una de nosotras nos reconocieron sin dudar y recordaban nombres y apellidos…

Rodeados de 11 señoras, cincuentonas que una a una fueron explicando su trayectoria profesional y agradeciéndole que nos enseñara a pensar. Cada vez que otra de las eufóricas señoras le volvía a agradecer que nos inculcase el no quedarnos con una versión sola de cada noticia, el cuestionarlo todo, mientras le explicaba su doctorado en químicas, u otra recordando que nos hizo leer la Granja Animal y nos llevo al teatro a verla mientras valoraba su beca en EEUU después de su especialidad en Paleontología.

Estaban contentos y nosotras no dejamos nada en el tintero como decíamos en esas épocas o como diríamos ahora: echamos las tripas.

Le regalamos lo oídos con nuestro más sincero agradecimiento, les entregamos unas cartulinas con dedicatorias, les hicimos un pastel… una auténtica fiesta y les dimos besos y abrazos.

Experiencia muy gratificante, fuimos felices durante ese rato en el que el tiempo retrocedía 40 años y volvía al presente o que todo era lo mismo. Física cuántica.

El más callado de todos, pero que no se le escapa ni una nos dijo: «No dejéis de veros que esto vale mucho».

Seguro que lo haremos, vale la pena.

He visto una web de la Associació de mestres Rosa Sensat donde facilitan que los alumnos agradezcan a los maestros. Esto lo vi justo después de la cena, pero el homenaje que montamos nosotras, con una impecable organización de una de las niñas de clase no se puede mejorar demasiado.

Maestros, sabemos que actualmente los alumnos no son de la pasta que éramos nosotras (naif total por no decir tontolabas directamente) pero mucho ánimo que vuestro trabajo es la base de lo que van a ser los ciudadanos de mañana.

Me quedo con la frase del señor Serrano: «Me voy muy contento de ver que os habéis convertido en mujeres con criterio».

Gracias. Gracias. Gracias.

 

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